sábado, 15 de enero de 2011

Suave como una nube. Frágil como el cristal.


    ¿Entiendes esos días en los que estás triste, afligida, mustia, y no sabes por qué? Miras el reloj y ves que no pasan los minutos. Crees que te vas a quedar encerrada en ese instante para siempre. Buscas en tu mente algún remedio para salir de esa burbuja en la que llevas encerrada tanto tiempo. Buscas recursos, medios ilimitados para pasar página. Para evitar que tu mente vuelva a caer en los recuerdos del pasado, esos que no te dejan vivir.
    Pero lo peor llega al anochecer, cuando supones que no te quedan fuerzas, que ya no tienes más temas en los que pensar, que ya no tienes más acciones por las que sentirte culpable. Te tumbas en la cama y observas el techo, le das rienda suelta a tu cabeza, a tu imaginación, a tus recuerdos. Piensas en el pasado, en los momentos en los que fuiste plenamente feliz y que no supiste valorar a tiempo. Meditas sobre los días no tan felices, sin darles la importancia que les diste en aquella época ya pasada.
    Después desvías tu mirada hacia la pared, y ves una foto, la boda de tus abuelos. Piensas en el futuro, intentas imaginar como irán las cosas, e inevitablemente, vuelves a caer en el presente. En tu presente, en ese horroroso momento que estás viviendo. Te empiezan a caer lágrimas de los ojos, otra vez. No puedes impedirlo. No eres feliz. Y te sientes estúpida, no por llorar por nada, sino por llorar por alguien que no se merece tus lágrimas. Por estar día y noche pensado en todo lo sucedido.
    Intentas creer que hay más sujetos en el mundo como tú. Te sientes la persona más insignificante del universo, como si fueras de cristal, un cristal muy fino muy fino, vulnerable a cualquier brisa de aire. Te sientes débil, demasiado ligera. Frágil. Tienes miedo, mucho miedo. Entonces cierras los ojos, los aprietas muy fuerte. Te adormeces. Intentas hilar tu futuro tal y como desearías que fuera. Vuelta a la normalidad. Una vida perfecta. Pero te acabas durmiendo, y sueñas. Regresan esas pesadillas que deambulan cada noche por tu mente. Que te acechan desde aquella tarde.
    “Otra mala noche”, piensas. Pero sabes que llevas ya demasiadas noches nefastas. Duele.
    “Solo un mal día”, te dices a ti misma. Pero sabes que mañana volverá a ser otro día exactamente igual a los anteriores. Intentas olvidar la noche de ayer. Creer que es algo lejano, distante, pasado. Sientes el pesar.
    “Solo fue un mal día”, te repites una y mil veces. Otro golpe contra la realidad.
    Procuras sacar la mejor de tus sonrisas para enfrentarte al mundo otro día más. Pero sabes que tus fuerzas están siendo consumidas por el dolor. Por la pérdida.
    “Solo fue un mal día”, insistes. Te compadeces. Tortura.

"Querida, eres tan inmadura. Crees que al decir lo siento todo el pasado puede corregirse." (Lo que el viento se llevó)

2 comentarios:

  1. weno, este es el texto muy extenso y triste, si, es este jajaja

    na, está bien escrito, pero ya sabes que opino yo acerca de la tristeza... no es asi?

    un besito :)

    y no, el decir lo siento, no sirve para...nada

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  2. supongo que opinamos SIEMPRE Y SOBRE TODOS LOS TEMAS de distinta manera xD

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