miércoles, 30 de marzo de 2011

Aquí el que no corre, vuela, y el que más corre, menos vuela.

     Arturo Pérez-Reverte nos cuenta en el artículo "No cabe un tonto más", su reflexión sobre la historia de un alumno musulmán que denunció a un profesor por "maltrato psicológico" dentro de un contexto de racismo y xenofobia. Cuando lo ojeé en el periódico creí que el artículo iba con sarcasmo. Pero no. Mientras lo leía más detenidamente me asombré al ver por que camino estaba yendo nuestro país, hasta que repasé la parte final del texto, ¡una persona con sentido común!, pensé. Porque ahora resultará que hablar de jamones y cerdos es un acto xenófobo y racista… Menos mal que la jueza supo tomar cartas en el asunto y concluyó haciendo lo que nadie se atrevió a hacer, archivando la denuncia.
     Creo que el ministro australiano tiene toda la razón del mundo, si tú vienes a mi país, tú tienes que adaptarte a mis costumbres; no es mi país quién tiene que adaptarse a tus costumbres. Son sus costumbres y debemos respetarlas, al igual que ellos deben respetar las nuestras.
     Considero la denuncia totalmente absurda. España es un país aconfesional, es decir, la religión que se la lleve cada uno a su casa. El jamón en España es algo típico, podría decirse casi costumbre en las casas españolas. Su costumbre es no comer jamón, nadie está obligando a nadie a comer nada. Si al chico le molesta la clase, que se salga fuera, o que simplemente se aguante y tenga un poco de tolerancia. Porque parece que hoy en día los inmigrantes creen que se les practica la xenofobia o el racismo a cualquier cosa que se les haga, sin darse cuenta de que son ellos los incapaces de adaptarse a alguna cultura.
     El padre de la criatura declaró que decidió denunciar porque el profesor estaba incitando a su hijo a comer jamón. Bien, imaginemos un maestro de quinto de primaria. Cuando tenga que dar el tema de reproducción humana, ¿qué hace? Según este padre, no debería darla por incitar a niños de unos once años al sexo. Entonces tendríamos el caso de un profesor que forma analfabetos.
     Pero sinceramente pienso que este tema no trata de costumbres, sino de religiones. En este caso, al chaval le han enseñado que el cerdo es un animal impuro. Que incluso hablar de él es un tema vetado. Imagino que es como si a un cristiano profundamente religioso le hablan en clase de homosexualidad o aborto, sin tapujos... No solo le agravia, sino que le enoja.  costumbres, sino de religiones.  jamos incapaces de adaptarse a alguna cultura.
     Ya no se trata de tradiciones. Para dicha persona, se están atropellando los principios que fundó el mismo Dios del universo. Se están desvalorando las órdenes de aquel que nos entregó la vida y todo lo que somos y sabemos. Pedirle que cambie sus hábitos sería, por ejemplo, pedirle que deje de comer con la mano derecha. O hacerle entender que en España no se ve lógico degollar corderos en el patio de nuestra casa, ya que los berridos fastidian a los vecinos.
     Pero en asuntos como el pañuelo de las mujeres o la carne de cerdo, hay que ver más allá. Para los que realmente lo aceptan, y creen en un Dios que les contempla y les sentencia, el criterio de las personas e incluso la constitución son menos importantes que la ley y justicia divinas.
     Creo que Arturo Pérez-Reverte se equivoca. Aquí tontos todavía caben unos cuantos, y más al ritmo que los listos se están marchando.
     Y para finalizar, dejo una frase de Sir Francis Drake, que le vendría bien leer a esas personas que se pasan el día en la comisaría: “Todo gran cometido debe tener un principio, pero es en la continuidad hasta el final, hasta que se ha acabado totalmente, donde está la verdadera gloria.”

1 comentario:

  1. maep, ven un día a mi clase de sociología y puedes FLIPAR con las conclusiones que sacamos de este tema... he visto de todo en mi clase!

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